Manuela Pereira Enríquez

VOLADURAS

Tengo un sueño recurrente: empiezo a mover mis brazos y mis pies se elevan del suelo. “Sé volar”, me recuerdo; luego, me pregunto: “¿por qué no lo haré más?” Y despierto.

Para mí es sencillo, lo de volar ―me digo— como lo es para la abubilla al planear sobre la aciñeira mientras busca dónde hacer su nido. u, pu, pu, pu.

“Volar es suspender, tocar las nubes con las manos sin miedo a caer”

Volar es estallar, hacer saltar por los aires,                    EXPLOTAR

como lo hace la piedra de anfibolita con 600 kg de pólvora y dinamita

PUM, PUM, PUM, PUM,       PUUUUM

Las detonaciones que resuenan bajo estas letras evocan las numerosas explosiones realizadas por mis tíos en las canteras graníticas gallegas. Estas explosiones buscan extraer la piedra que luego se comercializará como material de construcción o para la producción de áridos. Cuando la tierra estalla en mil pedazos, todo parece detenerse: mis tíos, los operarios, los trabajadores se inmovilizan; al mismo tiempo, todo sigue a un ritmo apenas perceptible, escasos son los segundos para que todo vuelva a la normalidad. Pero cuando son mis tías quienes “explotan”, el efecto es completamente distinto: todo ocurre a una velocidad fulminante, el estruendo retumba y las paredes de granito, levantadas con las mismas piedras del canchal, vibran. Esto me lleva a reflexionar sobre las ideas de Sara Ahmed en Complaint!: la fuerza de la queja, una fuerza que no se limita al acto de hablar. Es un grito, un estallido que sacude lo que parecía inamovible. Como las detonaciones en las canteras, la queja es capaz de romper lo sólido, de crear fisuras donde había roca firme. No es solo un acto de resistencia, sino un gesto que exige ser escuchado, una interrupción en el flujo normalizado de lo cotidiano. Así, el material audiovisual registrado por los obreros se convertirá en la base para la creación de una instalación. Se propone explorar las múltiples acepciones de la brutalidad poética del verbo.

Volar también es liberarse

abstraerse, trascender el cuerpo

y la mente

Volar es,

Volar

 

 

El proyecto ha recibido el acompañamiento de Violeta Mayoral.

ENLACE:
Instagram

Manuela Pereira Enríquez

VOLADURAS

Tengo un sueño recurrente: empiezo a mover mis brazos y mis pies se elevan del suelo. “Sé volar”, me recuerdo; luego, me pregunto: “¿por qué no lo haré más?” Y despierto.

Para mí es sencillo, lo de volar ―me digo— como lo es para la abubilla al planear sobre la aciñeira mientras busca dónde hacer su nido. u, pu, pu, pu.

“Volar es suspender, tocar las nubes con las manos sin miedo a caer”

Volar es estallar, hacer saltar por los aires,                    EXPLOTAR

como lo hace la piedra de anfibolita con 600 kg de pólvora y dinamita

PUM, PUM, PUM, PUM,       PUUUUM

Las detonaciones que resuenan bajo estas letras evocan las numerosas explosiones realizadas por mis tíos en las canteras graníticas gallegas. Estas explosiones buscan extraer la piedra que luego se comercializará como material de construcción o para la producción de áridos. Cuando la tierra estalla en mil pedazos, todo parece detenerse: mis tíos, los operarios, los trabajadores se inmovilizan; al mismo tiempo, todo sigue a un ritmo apenas perceptible, escasos son los segundos para que todo vuelva a la normalidad. Pero cuando son mis tías quienes “explotan”, el efecto es completamente distinto: todo ocurre a una velocidad fulminante, el estruendo retumba y las paredes de granito, levantadas con las mismas piedras del canchal, vibran. Esto me lleva a reflexionar sobre las ideas de Sara Ahmed en Complaint!: la fuerza de la queja, una fuerza que no se limita al acto de hablar. Es un grito, un estallido que sacude lo que parecía inamovible. Como las detonaciones en las canteras, la queja es capaz de romper lo sólido, de crear fisuras donde había roca firme. No es solo un acto de resistencia, sino un gesto que exige ser escuchado, una interrupción en el flujo normalizado de lo cotidiano. Así, el material audiovisual registrado por los obreros se convertirá en la base para la creación de una instalación. Se propone explorar las múltiples acepciones de la brutalidad poética del verbo.

Volar también es liberarse

abstraerse, trascender el cuerpo

y la mente

Volar es,

Volar

 

 

El proyecto ha recibido el acompañamiento de Violeta Mayoral.

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