En la piedra sólida e institucional aparecen grietas. La voz unificada se corta sembrando dudas. Una voz doble y rota interrumpe el discurso del orador principal. Lo centra se descoloca y pierde enfoque. El director de la orquesta acontece múltiple. Se pierden los papeles y los pueblos intentan comprender la escena. Los oficiales intentan conducir el acto con normalidad. Descubrimos que la aparente integridad y la unión de la voz central no era tal y que nunca había existido realmente, sólo era una apariencia. La voz múltiple siempre ha sido una abstracción presente, confusa pero continuada.

Puede ser que la voz haya renunciado a su invisibilidad otras veces, a través del estupro desde donde se intuye sus intenciones. Una capacidad residual de invadir y de infectar aquello que toca o mira. La estructura de la cámara sigue batallando para juntar las voces y los sonidos para reforzar la solidez a la cual están acostumbradas. Intentando que no se note, llevan la voz a tomar un papel que pocas veces puede abandonar, el del huésped desconocido. La rutina y las costumbres prueban de atropellar cualquier cambio de rumbo. El canto que ha emergido prueba de canalizar las discordancias latentes. Un baile de fuerzas se desarrolla en el presente, el pasado y el futuro al mismo tiempo. Se ha visto antes y se sigue viendo.

De estas historias ya se ha tejido una mitología: se explica cómo, en la tierra, el alma y el cuerpo siguen sufriendo el hecho divino, incluso cuando ya no lo buscan y los viejos rituales del contacto se vuelven inseguros.